diumenge, de juny 24, 2007

올드보이 [Oldboy]


Oh Dae-su és segrestat després de passar una estona a comissaria totalment ebri. Des d’una cabina telefònica felicitava l’aniversari a la seva petita amb el regal a les mans i, sense més ni menys, va desaparèixer. Oh Dae-su despertà i passà mesos apersonat a una habitació poc moblada i amb un televisor per companyia, recopilant els noms de tots aquells que d’una manera o altra podrien odiar-lo fins al punt de fer-li allò; buscant el rostre del fill de puta que l’havia condemnat a aquella desgràcia i adonant-se de que al llarg de la seva vida havia fet els suficients enemics com per no fer de la cerca una tasca fàcil. Els mesos s’amuntegaven, convertint-se en anys, i cada segon en una forta motivació de venjança. “Si algú m’hagués dit que anaven a ser quinze anys... se m’hagués fet més curt”, confessà Oh Dae-su. El dia que el fan lliure, Oh Dae-su ni oblida ni perdona. I aquesta és la premissa.

Tant havia llegit i havia sentit parlar d’aquesta pel·lícula, i tant grans eren les meues expectatives, que no esperava menys que no foren satisfetes. Però no, en veure-la vaig comprovar que Oldboy estava a l’altura de tanta adulació, i més cada vegada recorde algun detall o revisione alguna escena. No cal ni parlar d’aspectes tècnics (entre altres coses perquè no tinc ni puta idea), sols seure i deixar-se dur per la seva bellessa, la poesia i la violència, que de vegades es fonen creant una amalgama de sensacions que enlaira a l’espectador i a l’obra en sí mateixa. Cada escena o diàleg és la brutalitat en totes les seves accepcions, i la BSO embolcalla d’emocions cada fotograma o paraula fins a un d'aquells finals que tant de moda va ficar El Sexto Sentido i que tant m'havien fet avorrir.

Oldboy forma part de l’anomenada “Trilogia de la venjança” del director coreà Chan-wook Park, composada en ordre cronològic però independents entre elles per Sympathy for Mr. Vengeance, Oldboy i Sympathy for Lady Vengeance. Sempre és recomanat, deixant de costat els rollos guayons, veure una pel·lícula en format original... però he d’insistir en aquest punt; en aquest cas és quasi obligat per lo patètic que arriba a ser (o almenys lo patètic que m’arriba a semblar) el doblatge al castellà. Aquí deixe dos escenes que sí bé no arriben a desvelar cap aspecte important de la trama, sí deixen veure en part algunes de les coses de les que he parlat.



BSO OLDBOY (DD), Yeong-wook Jo

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diumenge, de juny 10, 2007

El juego

Me pide que me vaya. Dice, déjame sola, por favor. Libera su mano de la mía y se la echa a la cara. Dice, por favor. Y respira fuerte y aprieta los dedos contra los ojos. Guardamos un secreto, lo tragamos con saliva, y a mí me sacude un escalofrío que hubiese hecho llorar a un niño. Un corto charco de sol temprano se asoma por donde puede. En esta habitación a oscuras todavía se habla en presente de la noche de ayer, y alguien quisiera echar un poco atrás y pensárselo dos veces. Es un drama porque para ella es un drama, y me arrepiento porque ella se arrepiente. Y guardo silencio. Porque ella lo guarda. Ella ha guardado silencio un rato y luego ha dicho, vete. Por favor. Y tapa su cuerpo desnudo con la sábana. Se forman pequeños focos de luz en las rendijas que quedan en lo alto de la persiana, y yo, ahora que me siento de verdad desnudo, no tengo nada con que taparme. Es un drama. Porque para ella es un drama. Lo siento y me siento parte, pero no lo entiendo. Con ella nunca acabo de entender nada. Ni por qué me regala esas miradas furtivas ni por qué encuentra su mano con la mía a escondidas. Siempre bajo las mesas, siempre. Las dos manos acariciándose. O en una multitud. Ella me busca y coge mi mano. Y me mira cuando nadie mira. Y a veces vocaliza letra por letra hasta formar un cumplido y sonríe. Cuando está lejos o a mi lado mismo. Un juego. Cuando nadie mira o todos me miran. Como las niñas del colegio.
Porque tienen alguien de quien esconderse.
Y ahora que hemos estado más juntos que nunca, quiere estar sola.
Lo siento, dice. Y cuando intenta volver a hablar se rompe, y yo ya roto y flaco y desnudo siento vértigo, porque una disculpa a veces es lo último que quieres oír. Pienso: después de corrernos, lo último. Vete. Y algo te dice, escapa. Antes de seguir sin entender. Márchate y no habrá momento más penoso que éste. No dejes nada. Ella te da la espalda y tú recoges la ropa del suelo. No habrá momento más penoso, te convences, ni ruido más embarazoso que el repicar de las llaves y botones y monedas. Ahora, más desagradable que el susurro de los cordones que se anudan, pocas cosas: otra disculpa, por ejemplo.
Shhht.
Déjalo.
Y no recuerdo haberme sentido nunca tan mal. En realidad, ahora mismo no recuerdo nada más allá del silencio. En realidad, en este mismo instante, lo único que me angustia es sacudir este silencio; violentar la quietud que precede... a lo que sea. Un chirrido en la puerta o el quejido de los muelles de la cama en levantarme apuñalando todo. Y lo más doloroso es que quiero quedarme con toda mi alma, quedarme y quedarme loco. Pero no dejes nada, me digo. Me repito. Ahora sí, me convenzo. Y sólo dejo mi olor, como un velo de polvo sobre su cama y su cuerpo. Y mientras marcho oigo el salpicar de un vómito en la taza del váter. A ella no la dejan amar a dos personas. Aunque poco importa si ella no sabe amar a dos personas. Por eso se le revuelven las tripas. El abismo es tan fondo que se marea. Por eso se le revuelven las tripas y vomita. Y llora, creo. Un hilo de babas, tequila y lágrimas de su boca al baño y del baño al pecho. Allí de rodilas. Con cuatro colores simulando figuras en sus párpados caídos y desbaratándose en gestos de asfixia. Y si supiera que yo sólo hablaba para que ella me mirara, que yo sólo salía para que ella me buscara; si supiera que soñaba con tocarla y hacer del juego algo más complejo para luego sólo dormirnos abrazados y vencidos con cien horas crujiéndonos los huesos, temblando los dos de tanta complicidad... Si lo supiera potaría hasta la bilis. Y se preguntaría por qué no pidió perdón la primera vez que nos encontramos bajo la mesa. Por qué no retiró la mano, por qué se dejó seducir por el juego.
Pero no lo sabe. Y por eso no puedo quedarme.
BSO - A thousand kisses deep, Leonard Cohen

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